Científicos del Imperial College de Londres (Reino Unido), dirigidos por el investigador Tony Goldstone, han demostrado que, si nos saltamos el desayuno, horas más tarde nuestro cerebro suele tener “antojos” de alimentos grasos y ricos en calorías.
Cuando en el almuerzo se les instó a “consumir todo lo que desearan, aquellos que habían pasado la mañana en ayunas mostraron una predisposición clara hacia alimentos ricos en calorías. Los individuos que no habían desayunado ingirieron un 20 por ciento más calorías.
Los escáneres mostraron que la región del cerebro que podría estar involucrada en la atracción a los alimentos, la corteza orbitofrontal, se volvía más activa cuando el estómago estaba vacío. En definitiva, dejar de comer a primera hora de la mañana vuelve a los alimentos grasos y a los dulces más “atractivos” para nuestro cerebro y favorece una dieta desequilibrada, además de potenciar la voracidad.
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